Obtener la ciudadanía costarricense es mucho más que un trámite legal; es un profundo honor que refleja el espíritu de una nación fundamentada en una legislación de vanguardia. Ser costarricense, ya sea por nacimiento o por elección, significa ser parte integral de un proyecto nacional de paz, inclusión y progreso continuo. Este vínculo invaluable se construye sobre tres pilares esenciales que definen no solo un estatus legal, sino el alma misma de nuestra república. A continuación, exploramos estas tres dimensiones que sustentan nuestra identidad nacional.
El Pilar del Origen: Las Raíces Que Nos Anclan
El primer fundamento de la ciudadanía es el origen. Con gran generosidad, nuestra constitución otorga la ciudadanía a toda persona nacida en suelo costarricense, un principio conocido como jus soli. Pero el lazo no termina en nuestras fronteras. La legislación protege activamente el lazo de sangre (jus sanguinis), asegurando que los hijos de padres costarricenses nacidos en el extranjero puedan reclamar su nacionalidad. Este pilar es crucial, pues garantiza la continuidad de nuestra identidad y la conexión inquebrantable entre generaciones, sin importar en qué parte del mundo se encuentren.
El Pilar de la Acogida: La Grandeza de la Inclusión
El segundo pilar es la acogida, materializada a través del proceso de naturalización. Costa Rica es una nación que abre sus puertas y su corazón a quienes, sin haber nacido aquí, eligen unirse a nuestro destino con convicción y respeto. Este honor se confiere a aquellos que, por residencia continua o por un lazo familiar directo con un ciudadano costarricense, demuestran su compromiso y deseo de formar parte de nuestra sociedad. Este mecanismo no solo enriquece nuestra cultura, sino que fortalece nuestro país al integrar a personas valiosas que contribuyen activamente a nuestro desarrollo.
Visión de Futuro: La Fortaleza de la Doble Nacionalidad
El tercer pilar es nuestra visión de futuro, reflejada en la sabia aceptación de la doble nacionalidad. Esta política demuestra una profunda confianza en la solidez de nuestros valores y nuestra identidad. Al permitir que nuestros ciudadanos y aquellos que se naturalizan mantengan otras nacionalidades, no exigimos renuncias dolorosas. Por el contrario, promovemos la coexistencia de identidades, un rasgo distintivo de una república madura, segura de sí misma y abierta al mundo. Esta visión nos posiciona como una nación moderna que comprende la complejidad y la riqueza de un mundo globalizado.
Estos tres pilares definen el carácter de la ciudadanía costarricense, un verdadero orgullo que se lleva en el corazón.