En el competitivo escenario global, Costa Rica se ha labrado una reputación como un faro de estabilidad y un prometedor hub de inversión y tecnología. Atraemos miradas y capital con la promesa de un ecosistema moderno. Sin embargo, nos enfrentamos a un dilema crucial que se resume en una frase lapidaria: innovar o morir. Esta disyuntiva pone en jaque nuestra aclamada seguridad jurídica, el pilar sobre el que hemos construido nuestra prosperidad.
El Contraste: Ambición del Siglo XXI, Procesos del Siglo XX
No podemos, con una mano, invitar al capital global a un ecosistema empresarial del siglo XXI y, con la otra, obligarlo a navegar procesos que parecen anclados en el pasado. Trámites tan fundamentales como la compra de propiedades, la formalización de una empresa o la inscripción de garantías se convierten en carreras de obstáculos burocráticos. Esta fricción es más que una simple molestia; es un freno directo al desarrollo.
La seguridad jurídica de la que nos enorgullecemos no está amenazada por su intención, que es buena, sino por su ejecución, que es deficiente. La lentitud, la propensión a errores humanos y los plazos de inscripción interminables generan incertidumbre y costos ocultos.
El «Impuesto Invisible» que Frena el Progreso
Este conjunto de ineficiencias equivale a un «impuesto invisible». No aparece en ninguna declaración fiscal, pero lo pagan todos los emprendedores, inversores y ciudadanos en forma de tiempo perdido, oportunidades desaprovechadas y una competitividad mermada. Este impuesto invisible es una carga que frena la inversión, desalienta la innovación y, en última instancia, socava el crecimiento económico que tanto necesitamos.
La justificación para un cambio es abrumadoramente simple. La elección que tenemos ante nosotros no es si debemos abandonar nuestra tradición de certeza legal, sino cómo debemos modernizarla para que siga siendo relevante. La verdadera decisión es innovar o morir; o, más bien, innovar para que nuestra tradición no muera. Debemos fortalecer nuestra seguridad jurídica con tecnología, agilidad y una mentalidad orientada al servicio, asegurando que Costa Rica no solo prometa ser un país del futuro, sino que funcione como tal.